La creación artística como laboratorio de la vida

Para qué es el arte?[1]. Parece que esta palabra trae consigo tantos modos de comprenderla como de comprender la vida misma. El arte tiene que ver con la vida y la manera de vivirla, tiene que ver con el amor, con el respeto, con la experiencia de sabernos seres en colectividad. El arte nos ayuda y nos enseña a ser con los otros, nos conecta con nuestra subjetividad, con lo verdaderamente necesario que hay en nosotros, en la particularidad que nos diferencia y en los matices que nos acercan a los que nos rodean.

La creación, lo que creamos, está vinculado al plano de la vida de manera indisoluble. La vida es el verdadero laboratorio de exploraciones donde probamos posibilidades y descubrimos errores, donde dejamos que nuestra imaginación nos guíe asumiendo que no siempre conduce al éxito. El fracaso es casi siempre una gran fuente de aprendizaje e inspiración, donde nos medimos con nuestra vulnerabilidad, con la fragilidad de nuestra existencia, haciendo que de nuestras experiencias más dolorosas y duras salgan, en ocasiones, grandes relatos y expresiones de nuestra sensibilidad creadora.

La vulnerabilildad es algo que todos llevamos dentro y que nos expone a la vida, tal vez haciéndonos sentir débiles o frágiles en ocasiones, pero también nos permite mantenernos abiertos, sin corazas, sintiendo, y tal vez viviendo con más intensidad.

Los colectivos con capacidades diferentes a las de la gran mayoría son especialmente vulnerables en la sociedad en la que estamos viviendo, pero también están especialmente dotados para sentir más profundamente otros potenciales y, desde luego, de conectarse con la creatividad desde su particular modo de sentirse y percibir el mundo. El arte ofrece a estos colectivos una herramienta que los posibilita para reconectarse individual y socialmente, devolviéndoles una voz que quizás muchas veces había estado callada, inhibida, infravalorada, facilitándoles un espacio de expresión y construcción donde pueden recuperar su autoestima, reconocerse, darse oportunidades nuevas, permitiéndoles ofrecer socialmente el resultado de esta expresión a través de un espacio expositivo que les reconoce.

Desde la Facultad de Bellas artes de Pontevedra hemos recogido, hace tres años ya, una demanda que desde diversos centros de discapacidad se nos ha hecho llegar, y ha sido a través del voluntariado, mediante la elaboración de proyectos de trabajo que construyen talleres de creación desde las artes plásticas, con técnicas planteadas desde la pintura, dibujo, escultura, fotografía y collage.

Una nueva visión de sí

A través de estos talleres personas con parálisis cerebrales, discapacidades mentales, intelectuales o motoras han podido conectarse con su creatividad aprendiendo a manejarla, modificando lo que antes podía ser un impedimento y transformándolo en una nueva posibilidad de acción y expresión. El arte les sirve para tener una experiencia humana que facilita una nueva visión de sí mismos y de la vida. La experiencia artística les aporta una gran satisfacción personal y sentimientos de valía, utilidad, autoestima, flexibilizándoles a nivel cognitivo, creando posibilidades múltiples y nuevas donde antes sólo existían rígidas posibilidades de acción y expresión. En estos talleres descubren su capacidad de aprender, de improvisar, de fluir con lo desconocido. La libertad creativa abre un espacio de sinceridad, inocencia, honestidad y confianza.

Nos referimos a una expresión artística planteada como una actividad que construye un acto de conocimiento y que permite abrir un espacio simbólico, donde se ensaya la vida una y otra vez, donde las limitaciones se diluyen desplegándose en una multitud de significados posibles, de nuevas posibilidades. Un espacio que nos ayuda a tolerarnos como humanos, en donde damos tiempo a la paciencia, al respeto, donde aprendemos a tomar decisiones responsabilizándonos de ellas y perdiendo el miedo a las consecuencias de nuestras opciones. Podemos asumir nuestros errores y expresiones en el espacio seguro y fértil de la creación.

Crear nos convoca a la vida, a sentir y a echar a andar nuestro proyecto vital. El proceso artístico nos permite así una transformación interna que se vierte posteriormente en nuestro modo de ver y estar en el mundo, con nosotros mismos y con los otros. Cada ser humano, tenga las capacidades que tenga, sin distinción, puede encontrar su potencial creativo, conectarse con él y navegar su propia ruta, su propia versión del mundo, reinventándolo, más allá de unas convenciones sociales limitantes y una educación repetitiva y banal que fomenta lo cuantificable frente a lo sensitivo y experimental.

La expresión artística, si se plantea desde una propuesta de exploración del mundo y nuestro modo de habitarlo, puede fortalecer enormemente a la persona porque le va a hacer saber que se puede ir más allá de lo que ya se es. Y eso genera esperanza, ilusión y proyecto, algo necesario para impulsarse vital y socialmente.

Loreto Blanco Salgueiro. Periódico Sermos Galiza nº 148, 4 de junio de 2015. A Fondo-Cuaderno de análisis: Creatividad artística y diversidad funcional.

Coordinadora del voluntariado y profesora titular del Departamento de Pintura de la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra- Universidad de Vigo



[1] Título del libro de Marián López Fdz Cao recientemente publicado en la ed. Fundamentos.